29 noviembre, 2011

“El que creyere, no se apresure.” Isaías 28:16.

Se apresurará para obedecer los mandamientos del Señor; pero no se apresurará con ningún sentido de impaciencia o de impropiedad.
No se apresurará a huir, pues no se verá sobrecogido del miedo que provoca el pánico. Cuando otras personas vuelan por aquí y por allá como si la razón les hubiere fallado, el creyente estará tranquilo, calmado, y resuelto, y así será capaz de actuar sabiamente en la hora de la prueba.
No se apresurará en sus expectativas, ansiando sus cosas buenas de inmediato y al punto; sino que esperará el tiempo de Dios. Algunos sienten una prisa desesperada para tener el pájaro en la mano, pues consideran la promesa del Señor como un pájaro volando, que no es probable que sea suyo. Los creyentes saben esperar.
No se apresurará lanzándose a una acción indebida o cuestionable. La incredulidad ha de hacer algo, y así obra su propia ruina; pero la fe no se apresura por encima del progreso razonable, y así no se ve forzado a regresar tristemente por el camino que siguió imprudentemente.
¿Qué sucede conmigo? ¿Estoy creyendo, y, por tanto, estoy manteniendo el paso del creyente, que consiste en caminar con Dios? ¡Paz, agitado espíritu! ¡Oh, reposa en el Señor, y espéralo pacientemente! ¡Corazón, asegúrate de hacer esto de inmediato!

La Chequera del Banco de la Fe. Traducción de Allan Román

Spurgeon, C. H. (2008). La Chequera del Banco de la Fe. Bellingham, WA: Logos Research Systems, Inc.

08 noviembre, 2011


Relaciones que no convienen
Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa. Jesús le contestó: Ninguno que, habiendo puesto su mano en el arado, mira hacia atrás es apto para el reino de Dios. Lucas 9.61
El texto de hoy nos presenta al tercer individuo que expone Lucas. Como hemos observado anteriormente, el reino no admite voluntarios, aunque muchas veces nuestra actitud hacia la vida cristiana pareciera indicar que nosotros escogimos a Dios. El Nuevo Testamento claramente indica que todos los que caminan con él lo hacen porque han sido alcanzados por su misericordia.
La persona en este pasaje también deseaba incorporarse al grupo de seguidores que acompañaban a Cristo en todo momento. ¿Habría pensado que el Señor se iba a sentir impresionado por su abnegada entrega? No importa cual fuera su motivación, él tenía una condición para su entrega, un «pero», y sabemos bien que no podemos imponer condiciones a Aquel que va a ocupar el lugar de amo en nuestras vidas. El deseo de este varón era primeramente despedirse de los de su casa.
La cortesía de saludar a sus parientes y amigos antes de embarcarse en esta aventura es muy meritoria. Mas Cristo detectaba en el corazón de él vínculos con su entorno que no eran sanos. Quizás existía la posibilidad de que, volviendo para saludarlos, trataran de convencerlo de que desistiera de su cometido. Quizás lo iban a entretener con otras actividades que lo demorarían innecesariamente. El hecho es que estas personas representaban una amenaza a quien requería de un compromiso claro y sin vacilaciones para seguir a Cristo.
Como en tantas otras ocasiones Jesús puso un ejemplo de la vida cotidiana para ayudarlo a entender cuál era el peligro al que se estaba enfrentando. ¿Quién de sus oyentes no había visto a un hombre arando el campo con su yunta de bueyes? El pesado arado requería de toda la fuerza de los animales para remover la tierra, pero también necesitaba de la concentración del labrador para que los surcos salieran derechos y así facilitaran la tarea de sembrado. Ningún campesino podía arar correctamente la tierra si estaba continuamente volteándose para mirar hacia atrás.
El mensaje es claro. Seguir a Cristo requiere de un compromiso que no ceda a las distracciones. Es decir, necesitamos estar absolutamente atentos a la dirección en la cual se está moviendo, a sus palabras, a los aspectos de nuestra vida con los que quiere tratar. Todo esto será difícil si estamos distraídos con otros asuntos ajenos al reino, tan difícil como captar la atención de un niño cuando está enteramente absorto con su juguete favorito. Del mismo modo, en nuestro andar cotidiano, muchas veces nos entretenemos con actividades y pasiones que nos desvían de nuestra devoción a Cristo.
Para pensar:
Para los que estamos al frente de ministerios de formación ¡qué importante es tener un claro objetivo hacia el cual dirigirnos! Existen tantas actividades en la iglesia que son meras distracciones. El obrero eficaz nunca pierde de vista que ha sido llamado a participar en la transformación de vidas. Todo lo que hace debe estar al servicio de este cometido.

Shaw, C. (2005). Alza tus ojos. San José, Costa Rica, Centroamérica: Desarrollo Cristiano Internacional.