23 octubre, 2008

¡DIOS EXAMÍNAME!
























Foto tomada de Flickr

Los líderes y pastores de grandes congregaciones Cristianas, gritan desde los púlpitos y los medios de comunicación, el éxito y avivamiento que está llenando la tierra. Sus Iglesias están a reventar, se multiplican el número de reuniones, la gente corre por los pasillos deseosa de escuchar las predicaciones que prometen prosperidad, métodos de crecimiento y bendiciones imparables del cielo; ¿Pero cuál es el verdadero estado de estos creyentes? ¿Es real que los cientos y miles que ocupan las bancas cada domingo han nacido de nuevo y tienen vidas transformadas? ¿Hay en el corazón de cada uno un verdadero avivamiento espiritual? O, muchos de ellos tienen agendas llenas de activismo religioso (Encuentros, Reencuentros, Células, Escuelas de Formación para Líderes, Seminarios, Convenciones, Conciertos Gospel, etc.) que han ido desgastando su vida espiritual, robándole sus tiempos de comunión íntima con el Creador, dándoles una falsa seguridad. Transitan por una engañosa senda pensando que van rumbo al cielo, pero su final es un camino al infierno. 


“Entrad por la puerta estrecha;  porque ancha es la puerta,  y espacioso el camino que lleva a la perdición,  y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta,  y angosto el camino que lleva a la vida,  y pocos son los que la hallan”.

(Mateo 7:13-14)


Hombres y mujeres  de todas las edades están siendo anestesiados en su relación con Dios, cuando se les habla de Jesucristo y Su Palabra, dicen conocer todo al respecto y se sienten orgullosos de llevar un artículo distintivo que les hace parte del “clan” de nuevos seguidores de Cristo, una raza que se jacta de no ser religiosa como sus antepasados, pero que continuando con su vida de “libertad plena” (que realmente es libertinaje), proclaman que Dios les ha salvado. No reconocen que han tomando el Evangelio para adaptarlo a sus intereses, alentados por líderes que sólo están interesados en ascender en su posición,  reconocimiento y poderío de masas. 


“Guardaos de los falsos profetas,  que vienen a vosotros con vestidos de ovejas,  pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis.  ¿Acaso se recogen uvas de los espinos,  o higos de los abrojos? Así,  todo buen árbol da buenos frutos,  pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos,  ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto,  es cortado y echado en el fuego. Así que,  por sus frutos los conoceréis. No todo el que me dice: Señor,  Señor,  entrará en el reino de los cielos,  sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor,  Señor,  ¿no profetizamos en tu nombre,  y en tu nombre echamos fuera demonios,  y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí;  apartaos de mí,  hacedores de maldad”.

(Mateo 7:15-23)


Muchos se acercan a Dios para presentar un gran listado de peticiones materiales y han añadido a ella oraciones para ser líderes de éxito. Sueñan con conducir las almas a Cristo, pero detrás de esa petición tan loable, está de manera inconsciente el cumplir las metas de multiplicación impuestas por hombres, que con manipulación les han engañado con sus “nuevas revelaciones”. No podemos olvidar que somos siervos inútiles, simples colaboradores, que no es por estrategias y fórmulas, pues es El quien da el crecimiento.


Así que ni el que planta es algo,  ni el que riega,  sino Dios,  que da el crecimiento.

(1 Corintios 3:7)


Muchas almas se están perdiendo en las iglesias y no en el mundo. El problema no es la falta de comprensión frente a la visión de un pastor, no es la escases de recursos técnicos o materiales para impactar las multitudes,  el verdadero problema está en hacer cosas para Dios, alejados de El. Un pueblo que no busca Su rostro, no escucha Su voz; llena su boca de canciones con letras cristianas, pero no son adoradores en espíritu y en verdad. Creyentes que leen la Biblia y la adaptan a su vida conforme sus beneficios y que ponen por encima los mandamientos de hombres, antes que Su Palabra ya dada.


“Dice,  pues,  el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca,  y con sus labios me honra,  pero su corazón está lejos de mí,  y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado…

(Isaías 29:13)


Un avivamiento no son costosísimos templos  llenos de personas, es permitir que la plenitud de Dios a través de Su Espíritu, repose en su vida. No continúe en la religiosidad y la rutina espiritual, tampoco rebase los límites de la gracia admitiendo liviandad con el pecado y la falta de arrepentimiento. Es tiempo de ser lo que Dios le ha llamado a ser. No es fácil, pero tampoco imposible, porque para El todo es posible.


“Y mirándolos Jesús,  les dijo: Para los hombres esto es imposible;  mas para Dios todo es posible”.

(Mateo 19:26)


Por un momento haga un alto, acérquese a Dios sin excusas y sin reservas, deje de lado sus sueños y propósitos,  y pida a Dios con humildad que examine su corazón, pues sólo El conoce lo más profundo de su ser. No es la congregación a la que asiste, ni la aprobación de su líder quienes le otorgarán un certificado de Salvación. Diríjase al dador de la Vida Eterna, quien puede asegurarle si su nombre está escrito en el Libro de la Vida; es El quien le llenará de su Espíritu (no un toque, no una emoción), para caminar plenamente conforme Su Voluntad.


Por KATHE

02 octubre, 2008

CUANDO SE PASAN POR «ALTO» CIERTAS SEÑALES

Fue una carrera loca por una vía cubierta de nieve en los Alpes austriacos, una carrera perfecta para aquellos a quienes les encanta esquiar. Werner Schultz, joven alpinista, la aprovechó al máximo, descendiendo a ochenta kilómetros por hora en sus esquís. Al final de la vía se encontraba una calle transversal, y en la intersección de las dos una señal que decía: «Alto».

Werner no pudo parar. Esquiando a la increíble velocidad que había adquirido en los tres kilómetros de bajada, chocó de frente contra el poste de la señal. Con el cuerpo quebró el poste, que a su vez le quebró a él la frente. Sobre su cuerpo inerte quedó, todavía intacta, la señal de advertencia: «Alto».

Nadie niega que las señales de «Alto» son necesarias en calles muy transitadas. No se ponen allí por capricho sino por precaución. La gran mayoría de accidentes en las vías ocurre porque los conductores no obedecen la señal de «Alto». Ignoran la señal, lo cual produce el choque.

¿Por qué hay tantas calamidades en esta vida? ¿Por qué abundan el dolor y el infortunio en nuestra sociedad? ¿Por qué sufre el ser humano las desgracias que le ocurren?

Dios puso en su Santa Palabra diez señales de «Alto». A éstas se les conoce como los Diez Mandamientos. Cumplirlos es disfrutar de paz y armonía. Ignorarlos es chocar contra ellos y sufrir las consecuencias.

¿Cuáles son esas señales? He aquí, en pocas palabras, el decálogo de Moisés:

1. No servirás a dioses ajenos. 

2. No te harás imagen de ninguna cosa en el cielo, en la tierra o debajo de la tierra. 

3. No tomarás el nombre de Dios en vano. 

4. Acuérdate del día de reposo, para santificarlo. 

5. Honra a tu padre y a tu madre. 

6. No matarás. 

7. No cometerás adulterio. 

8. No hurtarás. 

9. No darás falso testimonio. 

10. No codiciarás.

Estos Diez Mandamientos son las señales de «Alto» que Dios nos dio para ayudarnos a vivir correctamente, a caminar en justicia y a disfrutar de la vida. La única manera en que podemos disfrutar de todo lo bueno que Él nos ha provisto es no infringir esos «Altos», que ha puesto para nuestro bienestar físico, moral y espiritual.

¿Es posible obedecer esas leyes? Sí, pero sólo si el dador de ellas vive en nuestro corazón. Cuando Dios está en nosotros, tenemos vía libre para andar perfectamente por esta vida. Él desea que nos sintamos totalmente realizados como seres humanos. Y sabe que eso es precisamente lo que sucede cuando tomamos a pecho todas sus disposiciones, incluso sus diez señales de «Alto».

por el Hermano Pablo
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